Hola, ¿cómo estás?
Espero que más o menos bien. Por mi parte, sigo buscando espacios donde poder eludir las noticias. A veces siento que estoy viviendo una especie de Good bye Lenin casero. Aurora, mi bici, ha sido de gran ayuda. Es difícil y bastante triste vivir escapando de un presente gobernado por personas que son lisa y llanamente malas, pero al mismo tiempo, no es sano ver cómo se pulveriza el ánimo con cada nuevo decreto presidencial. Tampoco ayuda el hecho de que no existen respuestas -ni propuestas- por parte del espacio político opositor. Mi mayor anhelo es que encontremos pronto una salida colectiva a todo este infierno.
Pero bueno, este no es un newsletter de actualidad política, más bien es una invitación a que escapes de ella por un rato. Me pone muy contenta que estés leyendo la tercera entrega de este Manual que nació como un experimento -para sobrevivir el caos que llegó en noviembre- y se terminó quedando como una nueva pestaña de escritura.
Antes de empezar, te cuento la novedad para las entregas de este Newsletter. La serie y el documental de música van al banco para que entre el jugador estrella de mi equipo: el libro. Hace mucho tiempo que quería retomar la recomendación de lecturas, algo que hice hace varios años en un blog, hermoso formato que lamentablemente quedó un poco oxidado al calor del presente. Como generalmente suelo leer un libro por mes, me pareció atinado recomendarte la lectura que me haya acompañado durante el período que corresponda. El resto del equipo no sufrirá modificaciones: un estreno del mes y una película clásica. La idea es que haya mayor espacio para hablar de cine y literatura, ya que para conversar sobre música existe Pastilla Musical.
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Ahora si: ya es momento de iniciar el Manual con las 3 recomendaciones de Febrero:
#1 Un estreno: Perfect days - Wim Wenders
Perfect Days (2023) se estrenó en la primera quincena de febrero. Dirigida por el aclamado director, guionista, y productor de cine alemán, Wim Wenders, es una película de ficción con una trama colmada de metamensajes y sensibilidad. Una especie de declaración de amor implícita a la ciudad. O más bien al arte. O a la búsqueda de lo simple en un mundo capitalista saturado de cosas. O todo eso junto musicalizado con los temas más representativos de una etapa musical gloriosa. The Kinks, The Animals, Patti Smith, The Velvet Underground y por supuesto Lou Reed, con la canción que inspira el título del film, son las bandas que el protagonista de esta historia lleva en su colección de cassettes, quienes lo acompañan en su camioneta mientras se desplaza de su casa a la ciudad y de la ciudad a su casa con un único -e inamovible- motivo: salir a trabajar.
Podríamos clasificar a la última película de Wenders como una road movie que nos muestra la belleza de Tokio a través de la mirada-tan expresiva como para contrastar fuertemente con una rutina completamente anodina-de su protagonista. Una vida solitaria, con pocas o casi nulas interacciones sociales, donde se repiten las mismas actividades día tras día, podría ser el equivalente a una trama un tanto aburrida. Sin embargo, Perfect Days dista de serlo: su trama tiene capas con diversas texturas que esperan ser descubiertas por un ojo cinéfilo extremadamente atento.
De todas formas, no importa en qué género corresponde catalogarla. Tampoco si es posible una lectura de la película como un relato autorreferencial que abusa en ciertos momentos de la seductora fuerza de la nostalgia. Lo que importa es que, sin caer en lugares comunes, la sensibilidad ha sido utilizada por Wenders para mostrar cuántos mundos caben en uno, y cuantos tipos de soledades conviven en un mismo espacio.
En una sociedad -casi- dominada por la tecnología, pareciera no haber espacios desprovistos de ella. No obstante, aunque el protagonista de Perfect Days tiene un trabajo insalubre de tiempo completo y no puede escapar de la tiranía del teléfono celular, elige sacar fotos analógicas, busca y compra libros en una tienda de usados, tiene su propio jardín en el departamento pequeño donde vive y disfruta de sentir el viento en su cara cuando recorre la ciudad en compañía de su bicicleta. Crea así su propio mundo, uno que puede distanciarse de lo digital y triunfa al encontrar la belleza de lo simple en cualquier sitio de la urbe, moviéndose así a contramano del otro mundo, ese que no pierde ni un segundo de su tiempo para contemplar lo que sucede alrededor.
El mundo del protagonista de Perfect Days es lo bastante detallista como para olvidar la hegemonía del estilo ampuloso característico del mundo capitalista. Además, la fuerza de este mundo propio está dada por no excluir la fuerza de la alteridad del lugar que se habita. Hirayama (interpretado por el actor y director Kōji Yakusho), el protagonista de este film, disfruta tanto de la sonrisa de su librera vecina como de la paciencia de quien le revela los rollos de su cámara analógica como también de la visita de su sobrina, quien escapando de su familia, un día irrumpe sorpresivamente en su rutina -cambiando así el giro argumentativo de la trama- trayendo sensaciones nuevas a sus días.
En cuanto a Wenders, no hay nada por decir que no se haya dicho sobre la originalidad y el estilo tan personal que caracteriza su filmografía. Sin embargo, me parece importante señalar que uno de sus referentes siempre ha sido el director de cine japonés Yasujiro Ozu. Si bien no hay referencias directas en Perfect Days a éste ni un homenaje explícito más allá de que el protagonista lleve el mismo nombre -Hirayama- que el de la última película de Ozu, Una tarde de otoño (1962), este film es una poderosa invitación para recorrer algunos trazos de la cultura japonesa.
Es Wenders quien encuentra la excusa perfecta para conectar los valores de la cultura japonesa -paz, gratitud, simplicidad, armonía- con los mundos propios posibles. La percepción de mundo construida por Hirayama, podría ser la propia de Wenders, quien a sus 78 años no deja de percibir al cine como el espacio propicio donde explorar la sensibilidad y transmitir la belleza del mundo en su simplicidad. Si bien se puede apreciar que en la vida de Hirayama existe un hermetismo bastante acentuado -caracterizado en primera instancia por no conocer su voz hasta muy avanzada la película- , no por eso deja de vivir ni de sentir, más bien es a través de esa postura ante el mundo que él es capaz de tolerar las injusticias de una sociedad marcada por la desigualdad, rasgo que también está presente en su propia historia familiar.
Para concluir este brevísimo texto, quiero dejarte dos archivos multimedia. Por un lado, compartir una de las fotos analógicas sacadas por Hirayama en el tiempo de almuerzo que le permite su trabajo. Todos los días, Hirayama toma una foto analógica buscando de esta forma llevar un registro de los diferentes Komorebi, es decir, de los rayos de sol que se filtran entre las hojas de los árboles.
Por otro, la playlist que contiene el soundtrack de la película, que es tan breve como poderoso:
#2 Un libro: Dorayaki - Durian Sukegawa
Venimos de Japón y de allí no nos iremos. Esta recomendación continúa la misma temática que Perfect Days: la belleza de lo simple, pero esta vez percibida en un registro escrito.
Dorayaki es un libro liviano y fresco que versa sobre la naturaleza y la amistad, y funciona como un retrato de la sociedad japonesa. Publicada por primera vez en 2013, Dorayaki es una de las novelas más representativas de la obra de Durian Sukegawa (Tokio, Japón, 1962).
Publicada por primera vez en español a principios de año por la Editorial Chai, esta novela es una invitación implícita a ser viajeros por un rato, y así conocer los rasgos más significativos de la cultura japonesa a través de la historia de su protagonista, Sentaro, un hombre que lleva una vida bastante intrascendente, pero que oculta un pasado que vuelve a visitarlo a raíz del encuentro con Tokue, una anciana que invade sorpresivamente su rutina.
El mundo de Sentaro comienza a tambalearse a partir del primer encuentro con esta anciana, quien luego de observarlo atentamente y también a las flores del Sakura -árbol o flor de cerezo que con sus cambios estacionales funciona como marco temporal en todo la historia- lleno de flores que estaba frente al local, un día se presenta para consultar si puede trabajar allí a pesar de su avanzada edad. Después de varias idas y vueltas, Tokue termina trabajando en la tienda junto a Sentaro, quien de a poco se va encariñando con ella debido a que a través de enseñarle cómo cocinar la pasta an para hacer los dorayakis, le está mostrando una nueva forma de ver -y transitar- un mundo marcado por la desigualdad.
La vida de Tokue también esconde un secreto: tuvo la enfermedad de Hansen (lepra), que hasta 1996 en Japón era sinónimo de aislamiento y encierro por una legislación que gracias a la lucha de los pacientes enfermos fue abolida a partir de dicho año. Todo este contexto histórico y político está muy bien explicado y detallado en la novela.
Dividida en 29 breves capítulos -el libro lleva menos de 200 páginas- esta novela puede leerse de un tirón. A medida que el autor nos introduce lentamente en el mundo de Sentaro y en la tienda Doraharu donde pasa la mayor parte de su vida trabajando y haciendo Dorayakis, entre otras especialidades de la pastelería japonesa, conocemos diversas capas de la cultura del país nipón.
A mitad de la novela, la presencia de una joven termina de reforzar el vínculo entre Sentaro y la anciana. Wakana es una estudiante de colegio secundario que va a la tienda menos para comprar dorayakis que para conversar largamente con Tokue. De esta forma, en la novela existen 3 miradas generacionales: Sentaro, Tokue y Wakana representan diversas visiones sobre la vida, y sobre el mundo que comparten. Simultáneamente, son 3 personas que están unidas -sin saberlo- por estar padeciendo, en distintos modos, las injusticias de ese mundo: Wakana debe comenzar la escuela nocturna debido a que debe trabajar porque sus padres no le pueden pagar sus estudios, Sentaro está condenado a postergar su deseo de ser escritor hasta que no pague la deuda que lo ata a la Tienda Doraharu y Tokue debe soportar los prejuicios de la sociedad por haber padecido desde chica la enfermedad de Hansen, pese a que dicha afección ya no sea contagiosa.
El hecho de haber visto la película en la misma semana en que concluí la lectura de este libro puede que me haya hecho vincular estos dos consumos culturales en todas las vías posibles. Una de ellas ha sido el silencio. Algo que se robó mi atención fue que tanto en la película de Wenders como en el libro de Sukegawa, el silencio toma un protagonismo capaz de dejar al espectador/lector el espacio necesario para la reflexión. Otro fue la cosmovisión del mundo de sus protagonistas. Dorayaki es una novela que al igual que la película de Wenders, se mueve a contramano de la inmediatez del presente.
“Si mi forma de ver el mundo desaparecía entonces todo lo que observaba desaparecia también. Es tan simple como eso.
Después me asaltó el siguiente pensamiento: ¿y si esto no solo tiene que ver conmigo sino con todas las personas del mundo? y el resto de las formas de vida capaces de ser conscientes de la presencia de otros, ¿que pasaría si todo eso desapareciera?
La respuesta es que el mundo entero desapareceria de alguna manera.”
Por otro lado, me pareció fructífero conocer un poco más de la vida de este escritor que, hasta haber finalizado la lectura de la novela traducida por Amalia Sato para Chai, desconocía por completo. Resulta que antes de dedicarse a la escritura, Sukegawa tenía un programa de radio y también tocaba en una banda de rock. Fue gracias al contacto con diversos oyentes de su programa de radio, que Sukegawa comenzó a tener curiosidad acerca de las preguntas que se hacía la juventud japonesa. La mayoría de los jóvenes le contaban acerca de sus sueños, pero también de sus penas más profundas.
A partir de su programa de radio, nació esta idea de cuestionar el mandato que impone la sociedad en el sentido de ser útil. Pareciera ser que la vida no tiene sentido si el ser humano no es útil a la sociedad donde vive. Por otro lado, el hecho de haber conocido varios pacientes que habian padecido la enfermedad de Hansen, no solo en sus síntomas sino en sus secuelas sociales -aislamiento, discriminación, entre otras- permitió florecer la historia de esta novela en su cabeza. Tokue es la encargada de transmitir un concepto capaz de cambiarlo todo: la observación y escucha atenta de todo lo que nos rodea nos conduce hacia la transformación del mundo en que vivimos.
A fin de cuentas, Dorayaki puede ser la historia de cualquier persona que olvide por un momento el individualismo dominante y recuerde que la otredad está ahí para cambiarnos, para mutar nuestra piel. La ciudad está llena de sorpresas que se encuentran agazapadas tímidamente, esperando ser descubiertas por la curiosidad de cualquiera que se detenga a mirarlas.
Por último, y solo como dato de color, te cuento que este libro tuvo su adaptación cinematográfica en 2015, como Sweet Bean, bajo la dirección de Naomi Kawase. Si bien considero que jamás se debe evaluar la adaptación al cine de una novela porque precisamente la magia de la literatura está dada por la diversidad de interpretaciones surgidas en el mundo lector, me gusta el hecho de que muchas veces a raíz de la película, se genera mayor interés en el libro que ha sido fuente de inspiración del guión del film.
#3 Un clásico: All that heaven allows - Douglas Sirk
All that heaven allows (1955), dirigida por Douglas Sirk (Alemania, 1897-1987), es una película que centra su trama en el vínculo amoroso que nace entre una viuda(Jane Wyman, interpretada por Cary Scott) y un jardinero (Ron, interpretado por Rock Hudson), bastante más joven que ella. Bajo lo que podría ser otra historia de amor, impresa en colores saturados que representan una especie de rebosamiento emocional, se oculta un objetivo claro por parte del director de este clásico de Hollywood. El romance entre es utilizado por Sirk de manera muy ingeniosa para exponer no solamente los prejuicios de la sociedad de la época para con una pareja que tiene una marcada y notoria diferencia de edad, sino visibilizar las profundas diferencias de clase acaecidas en medio del ascenso de la clase media americana, luego de la Segunda Guerra Mundial.
Su director, Douglas Sirk, ha llevado una vida marcada por el exilio. Nacido en Alemania, debió emigrar a Francia en primera instancia a causa del nazismo, luego a Holanda y finalmente a los Estados Unidos, donde se destacó en la década de los ‘50 por los melodramas en technicolor -que comenzó a filmar a raíz de su contrato con Universal Studios- que le dieron prestigio al cine de Hollywood. La historia personal de Sirk bien podría ser llevada al cine, bajo el titulo el rey del melodrama, pero como el tiempo (y Substack) aprieta, sería injusto resumirla en un breve párrafo, así que por el momento no nos detendremos en ella.
La importancia del género melodrama en Hollywood tuvo una estrecha relación con la segunda posguerra: la sociedad estadounidense estaba completamente atravesada por la multiculturalidad. Las personas de color empezaban a ocupar numerosos espacios en el mundo laboral, así como las mujeres tambien buscaban su propio lugar, para apartarse del rol de ama de casa que el orden global habia elegido para ellas. En este contexto, lo interesante del melodrama está dado por el hecho de que bajo la capa de lo anodino -usualmente este género se lo asocia en forma directa al llanto y a las mujeres- se oculta una feroz crítica a las injusticias del orden social imperante. Como en las recomendaciones anteriores, esta película se inspira en aquello que usualmente permanece bajo llave: la sensibilidad.
Si bien la filmografía de Sirk no se compone únicamente de melodramas -sus inicios se encuentran más bien asociados a películas independientes y luego a aquellas que filmó con la productora Columbia Pictures-, fueron esos clásicos del género del melodrama los que lo llevaron a convertirse en un referente en el mundo de la cinefilia. Pero eso no sucedió al momento del estreno de cada uno de ellos. No fue hasta la década de los ‘70, cuando varios críticos cinematográficos se propusieron revisitar su obra, que toda su obra cinematográfica fue reconocida y valorada públicamente. Lo que antes se le criticaba -el encuadre, la iluminación y un simbolismo basado en la saturación de colores- luego fue motivo de adoración de su cine que hasta el momento no figuraba ni siquiera como referente de un género tan relegado y degradado como el melodrama.
Por último, quiero destacar la influencia que ha tenido la filmografía de Sirk en dos enormes directores de cine. Por un lado, tenemos a Rainer Werner Fassbinder (Baviera, Alemania, 1945 - 1982). En la década de los ‘70, a partir de la fascinación que le produjo haber descubierto su obra, el cineasta alemán escribió varios textos sobre Sirk. No solamente eso, sino que R.W.F. hizo una reversión de la película que nos convoca en esta entrega.
Ali: Fear Eats the Soul, se estrenó en 1974 y se adapta a la sociedad alemana de la época, describiendo la historia de Emmi, una viuda de 60 años que se enamora de Alí, un hombre de color, 30 años menor que ella, que conoce en el bar donde trabaja, al que acuden en su mayoria trabajadores inmigrantes. El romance nace a partir de una inusitada amistad y en este caso, es el racismo la clave para entender los prejuicios de la sociedad que busca retratar Fassbinder.
Como este tópico también merecería un texto en sí mismo, solo les dejo el link al texto que Fassbinder realizó sobre All that heaven allows. Y si les interesa profundizar un poco más, aquí se puede leer el artículo completo, Sobre seis películas de Douglas Sirk, publicado en la revista alemana Fernsehen und Film, en febrero de 1971.
Por el otro, tenemos al reconocido director, productor y guionista de cine, Todd Haynes (Los Ángeles, California, Estados Unidos, 1961). En 2002, Haynes dirigió Far from heaven, una película que también homenajea al clásico de Sirk -que a su vez también ha sido llevada al ámbito teatral-, imitando su estilo visual para recrear la esencia clásica del melodrama. En este caso, el foco de la crítica social está puesto en la homofobia.
Antes de irme, les dejo este video donde el director menciona que las películas de Sirk han sido las más influyentes en su obra, este testimonio donde habla de la influencia del director alemán en el cine de Fassbinder y L’influence de Douglas Sirk sur Todd Haynes, un video que yuxtapone la película original de Sirk y la reversión de Haynes, publicado en la revista francesa Trois Couleurs. Sería interesante ver estas tres peliculas en continuado, observando cómo van mutando los prejuicios que atraviesan los vínculos de tipo amoroso entre personas que no comparten la misma edad, marcando de esta forma las transformaciones que va sufriendo la sociedad, desde la década de los ‘50 (Sirk), pasando por la década de los ‘70 (Fassbinder), hasta los ‘00 (Haynes).
Eso fue todo por este mes. Espero que hayas disfrutado la lectura de esta entrega y que empieces muy bien el primer domingo de marzo.
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Mar